La combustión es una reacción de óxido-reducción que transcurre en proporciones estequiométricas. En la mayoría de incendios en espacios confinados el comburente (el oxígeno del aire) es el reactivo limitante, puesto que su aporte natural al sistema a través de las ventilaciones exteriores es escaso.
En cualquier caso, una mayor ventilación conllevará un mayor desarrollo del incendio y viceversa. Si se realiza una ventilación forzada, en definitiva, un aporte forzado de comburente, la tasa de emisión de calor aumentará exponencialmente y también se elevará la temperatura de llama.
El aumento en la potencia calorífica del incendio se debe a dos razones principalmente. Por un lado, el factor limitante de los incendios en espacios confinados es la cantidad de comburente disponible. Es decir, el consumo de oxígeno durante el propio desarrollo del incendio reduce la presencia de éste dentro del espacio donde el incendio está confinado, hasta el punto de que el incendio acabará por sofocarse si la ventilación no es suficiente, pese a que exista material combustible que no haya ardido. Si en el espacio confinado se produce un aporte de oxígeno la combustión progresará, aumentando la tasa de calor emitida, en tanto que existe material combustible susceptible de arder. De otra parte, en los incendios que se desarrollan en espacios confinados los gases de pirolización del combustible arden en contacto con el comburente del aire, produciéndose una mezcla “lenta”, debido al mecanismo dominante de difusión. Por el contario, cuando se produce un aporte forzado de comburente predomina una mezcla en régimen turbulento, mucho más rápida.
Los equipos de extinción se enfrentan a diario a este tipo de fuegos en naves y edificios cuando se producen ventilaciones forzadas por diferentes motivos, como la ventilación forzada por efecto del viento, o por el incorrecto empleo de los ventiladores de presión positiva entre otros.
Un caso particular de incendio sobrealimentado es el que se puede producir en el interior de conducciones, como los conductos de extracción de cocinas mientras que está funcionando la extracción forzada de las mismas. En estos casos el combustible suele ser las grasas y aceites acumulados en el conducto, y la fuente de ignición un incendio desarrollado en los fogones de la cocina o pavesas procedentes de una cocina de brasa de leña. Si llega a producirse la combustión de la grasa en el interior de los conductos, la ventilación forzada que producen los gases movidos por la soplante de la extracción provocará la sobrealimentación del incendio, aumentando la tasa de emisión de calor del incendio y la temperatura de llama. El resultado es un incendio de gran poder destructivo, que acabará por propagarse fuera de los conductos de extracción a la construcción que alberga dichos conductos.
Para evitar estos siniestros el Código Técnico de la Edificación, CTE, establece en su Documento Básico de seguridad en caso de incendio, DB SI, para los locales y zonas de riesgo especial, como son las cocinas de restaurantes con una potencia instalada superior a 20 kW, que “los conductos deben ser independientes de toda otra extracción o ventilación y exclusivos para cada cocina. Deben disponer de registros para inspección y limpieza en los cambios de dirección con ángulos mayores que 30° y cada 3 m como máximo de tramo horizontal”.